Historiador

"Señor: perdóname por haberme acostumbrado a ver que los chicos parezcan tener ocho años y tengan trece. /
Señor: perdóname por haberme acostumbrado a chapotear en el barro. Yo me puedo ir, ellos no. /
Señor: perdóname por haber aprendido a soportar el olor de aguas servidas, de las que puedo no sufrir, ellos no. /
Señor: perdóname por encender la luz y olvidarme que ellos no pueden hacerlo. /
Señor: yo puedo hacer huelga de hambre y ellos no, porque nadie puede hacer huelga con su propia hambre. /
Señor: perdóname por decirles 'no sólo de pan vive el hombre' y no luchar con todo para que rescaten su pan. /
Señor: quiero quererlos por ellos y no por mí. /
Señor: quiero morir por ellos, ayúdame a vivir para ellos. /
Señor: quiero estar con ellos a la hora de la luz".
Era una oración, era horadar en las almas de piedra. Mugica nunca olvidaba una frase que le dijo un hachero santafecino: "Soy la alpargata de mi patrón". «él quería otra cosa, quería alpargatas y libros para todos, alpargatas bien puestas y libros bien leídos.Defendió a su compañero, el padre Carbone, detenido por el caso Aramburu; despidió los restos de los Montoneros Fernando Abal Medina y Gustavo Ramus, abatidos en William Morris y asistió al velatorio de los fusilados de Trelew velados en la sede del Partido Justicialista.Pero a medida que Perón se acercaba a la Argentina advertía que había que abandonar la lucha armada y dedicarse a la construcción política dentro del nuevo gobierno elegido por el pueblo para no quedar aislados. Discutió fuerte con la izquierda peronista cuando aceptó un cargo honorario en el Ministerio de Bienestar Social de José López Rega, en el que los que no lo conocían bien veían un acercamiento al brujo y los que trabajaban con él sabían que era un intento de impulsar la construcción de un masivo plan de viviendas para los millones de sin techo de todo el país. López Rega sólo quería el prestigio de Mugica y generarle conflictos y ahondar la brecha que lo separaba de sus históricos compañeros. Sin obtener más que ingratitudes, renunció a los pocos meses. Su popularidad era enorme. Se lo podía ver en programas de televisión y leerlo en las páginas de La Opinión, donde no se cansaba de decir que no estaba preparado para matar, pero tenía claro que estaba dispuesto a morir por su gente.Una tarde de mayo de 1974, un comando de la Triple A al mando de Rodolfo Eduardo Almirón mató a Carlos. Diez años después un tal Juan Carlos Juncos -ex custodio del "Brujo"- confesó ante el juez Eduardo Hernández Agramonte haber participado en el operativo para asesinar a Mugica por orden directa de José López Rega.En la declaración, Juncos manifiesta que el "Brujo" le había entregado diez millones de pesos ley 18.188 (unos 10.000 u$s de entonces) para terminar con Mugica, porque "este curita lo estaba molestando políticamente". Aquel 11 de mayo de 1974, miles de personas acompañaron el cortejo. Entre tantas lágrimas e indignación pudo verse por última vez, visiblemente emocionado, a don Arturo Jauretche.En los tiempos que corren, es casi imposible que Mugica sea canonizado o beatificado. Se sabe. Pero el homenaje que a él más le hubiese gustado llegó a los pocos años de su asesinato. En la villa, las María Eva empezaban a ensayar su oficio de madres cuidando a las decenas de Carlitos que buscaban su lugar bajo el sol escuchando los acordes de la murga "Los guardianes de Mugica".
Publicado en Diaro Clarin, Domingo 10 de Febrero de 2008. http://www.clarin.com/suplementos/zona/2008/02/10/z-03401.htm
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